jueves, 26 de enero de 2012

Dichosos percentiles

Percentil, una palabra que probablemente no te dice nada hasta que tienes un hijo y lo llevas por primera vez al pediatra. Y a partir de ahí hay quien le da la importancia justa, quien se obsesiona porque su hijo vaya subiendo posiciones en la tabla, quien va alardeando de medidas top y quien, como es mi caso, no sabe en qué percentil está su hija, ni tiene ningún interés en saberlo.

Mi niña nació pequeñita, de peso y de talla, al parecer porque en los últimos meses de embarazo estuve sometida a bastante estrés en el trabajo. El caso es que, aunque su peso entraba dentro de lo normal, la pediatra me recomendó ir a pesarla todas las semanas durante el primer mes. Afortunadamente debí de topar con una pediatra (y una enfermera) algo chapadas a la antigua porque, si bien me dijeron un par de veces, de pasada, que la niña evolucionaba bien y que había subido del percentil tal al cual, nunca, en ninguna revisión, me han hablado de esas dichosas tablas; simplemente apuntaban peso y talla y comprobaban que, en efecto, la niña crecía.

La guerra está afuera: en el parque, en la guardería, en casa de otras mamás, hasta en el súper… ¿Y tu hija en qué percentil está? Uy, el mío es altísimo, va en el 97. Está claro que todos queremos que nuestros hijos sean los más altos, los más guapos, pero me da la impresión de que este tema de los percentiles fomenta una especie de competición ridícula: en el mundo tiene que haber de todo, altos, bajos, gordos, flacos, y contra la naturaleza no podemos luchar. Si con los bebés ya estamos compitiendo por ver quién es el más alto y esbelto, no quiero ni pensar cómo será cuando sean adolescentes y uno tenga la nariz más pronunciada, otro las orejas más despegadas o más o menos vello en el cuerpo.

No dudo que sea un índice de medida útil para que los pediatras puedan valorar la evolución de los niños, pero, antes de andar obsesionándonos con las cifras, convendría que supiésemos qué referencias se toman para determinar las medidas estándar que corresponden a cada edad; si se calculan por países o a nivel mundial, como parece que así es cuando las establece la OMS. Y luego, a nivel individual, hay muchas circunstancias que influyen en que un niño esté en un percentil más o menos elevado: las medidas al nacer, la herencia genética, determinados problemas alimenticios...

Tal vez esté equivocada por vivir en la ignorancia percentiliana y me falte un tema de conversación cuando estoy con otras mamás, pero estoy más tranquila y no quiero meter ya a mi hija en ninguna competición. ¡Con las que le esperan en la vida!

Al hilo de este tema de las obsesiones en la crianza, he encontrado una entrevista con el pediatra catalán Carlos González que habla sobre cómo las madres a veces nos obsesionamos con nimiedades. Es muy interesante (aunque eso de que las salchichas de frankfurt tienen la misma vitamina C que la fruta, en fin, ahí ya me parece que relativiza demasiado…)

martes, 17 de enero de 2012

El parto: ¿darías a luz en casa?


Di a luz el 1 de julio de 2009 en la Maternidad de O’Donnell de Madrid, un centro público, moderno y con médicos muy jóvenes, y mi experiencia fue muy positiva. Es verdad que tuve un parto bueno, rápido y sin complicaciones, pero, además, la atención de las matronas y del personal fue muy cercana y afectuosa, y eso ayuda mucho cuando, como fue mi caso, estás tan muerta de miedo…

Reconozco que me encanta hablar de mi parto. No sé si a algunas de vosotras, mamás, también os pasa. Yo era de las que tenía terror a ese momento, lo venía temiendo desde incluso antes de estar embarazada; sólo cuando pensaba en que algún día tendría hijos, asomaba ya ese pánico al alumbramiento. Creo que influyó en mí una charla con mi abuela, cuando todavía era una niña. A la buena mujer se le ocurrió contarme cómo fue el día en que dio a luz a mi padre y me habló de aquellos dolores monstruosos, del sufrimiento… Así que yo, pobre criatura, quedé estigmatizada, pensando en que aquello debía parecerse poco menos que al infierno.

Posiblemente así fue para ella, como para muchas otras mujeres que parieron o siguen pariendo sin epidural. Yo, sinceramente, aplaudo la bendita anestesia y los avances de la medicina que nos han evitado a muchas pasar esos momentos tan horribles.

Admiro, por otra parte, no sin cierta estupefacción, a esas mujeres que desean dar a luz sin epidural, que buscan un parto totalmente natural en su casa, algo que está muy de moda últimamente y que promocionan algunas famosas, como Gisele Bundchen, Bimba Bosé o Melani Olivares. Las admiro y me parece legítimo que busquen vivir de forma intensa y privada esta experiencia, y creo que esta tendencia surge precisamente en contraposición al abuso de los partos medicalizados e instrumentalizados, la excesiva intervención médica en un proceso que es natural y que al final la mujer puede hacer prácticamente sola; el auge de los partos programados y las cesáreas, tan populares también entre otras celebrities que inexplicablemente tienen hasta 3 y 4 hijos, todos por cesárea. Pero, para mí, entre estos dos extremos puede haber un término medio.

Lo de volver a parir en casa, como en tiempos de nuestras abuelas, no está exento de riesgos. ¿Por qué no podemos aprovechar los avances médicos (la atención de una matrona; el hospital, con sus quirófanos, sus UVIS neonatales y sus incubadoras por si surgen complicaciones; la epidural, para evitar un sufrimiento que incluso te impide disfrutar de ese momento tan especial…) sin que todo esto suponga que el médico decida sobre la parturienta y anteponga su comodidad (como, por ejemplo, la posición semi tumbada para parir, totalmente antinatural) o sus prioridades a las de la madre y el bebé?

Hace un tiempo leí una noticia en El País sobre el aumento de muerte neonatal en algunos países a raíz de esta moda de parir en casa. Claro que no es lo mismo que yo dé a luz en mi casa sola con una matrona y mi pareja a que lo haga Gisele Bundchen con probablemente un ejército de médicos alrededor y una ambulancia en el portal de su casa. A eso, natural, natural, tampoco se le puede llamar. Ella dirá que no fue así, pero yo no me lo creo. Es fácil ir dando lecciones de sencillez cuando estás forrada. 



Melani Olivares defiende el parto natural en una entrevista en el Magazine de El Mundo del 14 de enero de 2012.

domingo, 15 de enero de 2012

Por qué comienzo este blog


Planeé comenzar este blog durante el embarazo de mi hija, como una ventana desde la que airear mis ilusiones, y también mis miedos, ante la experiencia que se me venía encima. Pero, aunque tuve un embarazo fantástico y sin contratiempos, me venció el estrés del día a día, el trabajo hasta la semana 36, el ritmo frenético de la vida en Madrid que a veces te impide sentarte por un momento y pararte a pensar en lo que estás haciendo y en lo que te apetece realmente hacer… Así que lo dejé correr y pasaron esos nueve meses, y llegó ella a ocupar mi vida y mis pensamientos, y lo llenó todo de tal manera que todo lo demás quedó aparcado.

Así han pasado dos años y medio y me decido hoy, un día gélido de enero, con la gripe a cuestas y la cabeza aletargada por la fiebre y el paracetamol, la niña también resfriada (en esta casa ya no se sabe quién contagia a quién los virus), llorona y pegada a mis faldas, me decido hoy, quién sabe por qué, a empezar este blog tantas veces pensado y postergado, así que no sé qué saldrá de aquí.

Reconozco que me da cierto pudor exponer temas tan personales, pero al mismo tiempo me atrae la oportunidad de compartir experiencias de esta maravillosa y complicada etapa de la maternidad y la crianza de los hijos. Espero que me ayudéis y me guiéis en esta tarea de mamá primeriza y bloguera novata.