viernes, 24 de febrero de 2012

Niños hipertecnológicos


Leía el otro día en el blog De Mamas & De Papas de El País cómo la periodista Cecilia Jan se lamentaba de que su niña, de 5 años, le había pedido una Nintendo por su sexto cumpleaños, porque la mayoría de sus amigas (de cinco años, algunas de cuatro) ya la tienen. La madre, descolocada, no sabe qué hacer... Y la entiendo.

Sorprende que niños que aún no saben ni leer ni escribir manejen con soltura todo tipo de aparatos y pantallas táctiles y, sobre todo, que tengan esa atracción tan intensa hacia la tecnología.

Los expertos en nuevas tecnologías, y los que se encargan de poner nombre a las tendencias, hace tiempo que, para explicar la relación de las personas con el invento más popular del siglo XX, Internet, acuñaron la expresión nativos digitales para referirse a los que nacen y crecen en este nuevo mundo dominado por la tecnología, lo que implica que aprenden a utilizarla y a vivir con ella de manera natural, frente a nosotros, inmigrantes digitales, que hemos tenido que aprender sobre la marcha, e incluso a marchas forzadas.

Nuestros hijos, por tanto, son nativos de Internet (y de los móviles, de las pantallas planas, del whatsapp, del ecommerce, de la videoconsola, de los reality shows, del pay per view, del DVD…)  y de tantas herramientas y tendencias que han cambiado la forma de informarnos, entretenernos y relacionarnos.

No digo que estos comportamientos y aficiones sean peores ni mejores que los que teníamos nosotros, padres, hace dos o tres décadas, pero, precisamente por haber crecido en otra época, es difícil no tener ciertas suspicacias hacia este nuevo modelo de educación, aprendizaje y ocio.

Por eso, aunque asumo que mi hija es una nativa digital, no puedo evitar dar un respingo cuando leo sobre determinados estudios que alertan sobre los riesgos en los niños de una sobreexposición audiovisual o tecnológica; sobre la necesidad y conveniencia de que los pequeños se interesen por la lectura pausada, las imágenes inmóviles de los cuentos, la letra sin aderezos de los libros… Y me pregunto: ¿seré capaz de inculcarle a mi hija ese gusto por los libros, a pesar de que en su entorno predomine la vertiginosidad de las pantallas?

En mi infancia yo devoraba los libros. Recuerdo con nostalgia los de Enid Blyton, la autora de Los Cinco, aquella pandilla de amigos que desentrañaba misterios en sus vacaciones; Santa Clara o Torres de Malory, historias de un internado que invitaban a soñar con la cercana adolescencia, al igual que Puck, que describía unos paisajes daneses que parecían tan exóticos y lejanos. Después me atrapó Agatha Christie, que me creó todo tipo de aspiraciones detectivescas… Los libros permiten vivir e imaginar historias de una manera tan intensa y personal…

Por si acaso, a mi hija, de dos años y medio, le compro libros. No le disgustan, pero no le veo el mismo interés que le despiertan los aparatos y las pantallas. Nuestra última adquisición fue El pollo Pepe, un libro recomendadísimo en blogs y foros de Internet. Es entretenido y original, sí, pero 12 euros por 8 páginas de libro me parece un poco exagerado. El caso es que el librito va por la nosecuantésima edición, un auténtico pelotazo.

 Pensándolo bien, no sé qué hago escribiendo este blog en lugar de estar maquinando historias infantiles de 8 páginas para forrarme. Adiós ;).

jueves, 2 de febrero de 2012

¿4 meses de baja y 2 años de lactancia? No me salen las cuentas


Leía ayer una de esas noticias que se empeñan, ésta con buen fin, en dar recomendaciones sobre un asunto y comparar cómo está tal asunto en España respecto a otros países. Y, como casi siempre, salimos perdiendo. Y aunque la noticia en cuestión, un estudio de la Universidad del País Vasco que demuestra cómo la lactancia materna prolongada protege a niños y adolescentes del riesgo cardiovascular, está bien contextualizada y explica por qué en España es rara la lactancia materna más allá de los seis meses, me ha recordado a tantas noticias, recomendaciones, avisos, anuncios… que recuerdan con insistencia  a las madres amamantar a sus bebés como mínimo seis meses en exclusiva y, si es posible, hasta los 2 años, pero se olvidan de analizar la realidad de cada país. Dice esta misma noticia que Noruega y Suecia tienen probablemente las cotas de lactancia materna más altas de Europa, y es lógico teniendo en cuenta que pueden disfrutar de bajas maternales de hasta dos años.


Seguro que también pueden hacerlo en Alemania, donde las madres pueden pedir una excedencia de un año cobrando casi el 100% de su sueldo. Hasta en Italia, que no es precisamente ejemplo de país socialmente avanzado, existe, después de la baja maternal, de 20 semanas, un tipo de excedencia remunerada durante unos 4 o 6 meses más.

En España, sin embargo, nos encontramos con 16 raquíticas semanas de baja maternal y, después, sálvese quien pueda. Y no se trata sólo de poder dar el pecho, se trata de que, no nos engañemos, no es normal separar a un niño de 4  ó 5 meses de sus padres, en algunos casos durante gran parte del día.

El que no quiere esa vida, y desea vivirla con sus hijos, intenta alargar como puede la baja maternal, reducir su jornada… Puede incluso optar por una excedencia, no remunerada, claro. Pero, ay de la madre o el padre al que se le ocurra estar dos o tres años “fuera del mercado laboral” para cuidar a sus hijos. En España hacer eso está mal visto y lo más probable es que la empresa no te readmita después de ese tiempo porque piensa que te has quedado desfasado. ¡Pero si aquí está incluso mal visto que los padres aprovechen los 15 días de permiso de paternidad y muchos ni lo piden! Qué diferente en Suecia, donde precisamente sucede el contrario: el raro es el que no coge el permiso.

En fin, volviendo al punto por el que comenzaba el post, esto de recomendar insistentemente la lactancia materna dos años y tener 4 meses de baja es como cuando nos ametrallan con que llevamos una vida muy sedentaria, que hay que hacer deporte, que hay que comer sano, pero resulta que nadie en este país sale del trabajo antes de las 7 de la tarde; y a esas horas hay  poco tiempo para ir al gimnasio y al mercado y ponerse después a hacer la cena y la comida para el día siguiente. Así que acabamos todos gordos y con colesterol. Porque los horarios de trabajo no son racionales. Pero esa es otra historia y otro post.

Así que a los gobiernos, a los que deciden, lo que deberíamos pedirles es que se dejen de dar consejos fáciles y gratuitos y que pongan medidas para que sus recomendaciones paternalistas se puedan realmente llevar a cabo; que no hay nadie más interesado que nosotros, los padres, madres, en poder hacerlo. Si no, a mí me parece que nos están tomando el pelo.

Aquí una comparativa muy interesante sobre los diferentes permisos de maternidad y paternidad en Europa:


jueves, 26 de enero de 2012

Dichosos percentiles

Percentil, una palabra que probablemente no te dice nada hasta que tienes un hijo y lo llevas por primera vez al pediatra. Y a partir de ahí hay quien le da la importancia justa, quien se obsesiona porque su hijo vaya subiendo posiciones en la tabla, quien va alardeando de medidas top y quien, como es mi caso, no sabe en qué percentil está su hija, ni tiene ningún interés en saberlo.

Mi niña nació pequeñita, de peso y de talla, al parecer porque en los últimos meses de embarazo estuve sometida a bastante estrés en el trabajo. El caso es que, aunque su peso entraba dentro de lo normal, la pediatra me recomendó ir a pesarla todas las semanas durante el primer mes. Afortunadamente debí de topar con una pediatra (y una enfermera) algo chapadas a la antigua porque, si bien me dijeron un par de veces, de pasada, que la niña evolucionaba bien y que había subido del percentil tal al cual, nunca, en ninguna revisión, me han hablado de esas dichosas tablas; simplemente apuntaban peso y talla y comprobaban que, en efecto, la niña crecía.

La guerra está afuera: en el parque, en la guardería, en casa de otras mamás, hasta en el súper… ¿Y tu hija en qué percentil está? Uy, el mío es altísimo, va en el 97. Está claro que todos queremos que nuestros hijos sean los más altos, los más guapos, pero me da la impresión de que este tema de los percentiles fomenta una especie de competición ridícula: en el mundo tiene que haber de todo, altos, bajos, gordos, flacos, y contra la naturaleza no podemos luchar. Si con los bebés ya estamos compitiendo por ver quién es el más alto y esbelto, no quiero ni pensar cómo será cuando sean adolescentes y uno tenga la nariz más pronunciada, otro las orejas más despegadas o más o menos vello en el cuerpo.

No dudo que sea un índice de medida útil para que los pediatras puedan valorar la evolución de los niños, pero, antes de andar obsesionándonos con las cifras, convendría que supiésemos qué referencias se toman para determinar las medidas estándar que corresponden a cada edad; si se calculan por países o a nivel mundial, como parece que así es cuando las establece la OMS. Y luego, a nivel individual, hay muchas circunstancias que influyen en que un niño esté en un percentil más o menos elevado: las medidas al nacer, la herencia genética, determinados problemas alimenticios...

Tal vez esté equivocada por vivir en la ignorancia percentiliana y me falte un tema de conversación cuando estoy con otras mamás, pero estoy más tranquila y no quiero meter ya a mi hija en ninguna competición. ¡Con las que le esperan en la vida!

Al hilo de este tema de las obsesiones en la crianza, he encontrado una entrevista con el pediatra catalán Carlos González que habla sobre cómo las madres a veces nos obsesionamos con nimiedades. Es muy interesante (aunque eso de que las salchichas de frankfurt tienen la misma vitamina C que la fruta, en fin, ahí ya me parece que relativiza demasiado…)

martes, 17 de enero de 2012

El parto: ¿darías a luz en casa?


Di a luz el 1 de julio de 2009 en la Maternidad de O’Donnell de Madrid, un centro público, moderno y con médicos muy jóvenes, y mi experiencia fue muy positiva. Es verdad que tuve un parto bueno, rápido y sin complicaciones, pero, además, la atención de las matronas y del personal fue muy cercana y afectuosa, y eso ayuda mucho cuando, como fue mi caso, estás tan muerta de miedo…

Reconozco que me encanta hablar de mi parto. No sé si a algunas de vosotras, mamás, también os pasa. Yo era de las que tenía terror a ese momento, lo venía temiendo desde incluso antes de estar embarazada; sólo cuando pensaba en que algún día tendría hijos, asomaba ya ese pánico al alumbramiento. Creo que influyó en mí una charla con mi abuela, cuando todavía era una niña. A la buena mujer se le ocurrió contarme cómo fue el día en que dio a luz a mi padre y me habló de aquellos dolores monstruosos, del sufrimiento… Así que yo, pobre criatura, quedé estigmatizada, pensando en que aquello debía parecerse poco menos que al infierno.

Posiblemente así fue para ella, como para muchas otras mujeres que parieron o siguen pariendo sin epidural. Yo, sinceramente, aplaudo la bendita anestesia y los avances de la medicina que nos han evitado a muchas pasar esos momentos tan horribles.

Admiro, por otra parte, no sin cierta estupefacción, a esas mujeres que desean dar a luz sin epidural, que buscan un parto totalmente natural en su casa, algo que está muy de moda últimamente y que promocionan algunas famosas, como Gisele Bundchen, Bimba Bosé o Melani Olivares. Las admiro y me parece legítimo que busquen vivir de forma intensa y privada esta experiencia, y creo que esta tendencia surge precisamente en contraposición al abuso de los partos medicalizados e instrumentalizados, la excesiva intervención médica en un proceso que es natural y que al final la mujer puede hacer prácticamente sola; el auge de los partos programados y las cesáreas, tan populares también entre otras celebrities que inexplicablemente tienen hasta 3 y 4 hijos, todos por cesárea. Pero, para mí, entre estos dos extremos puede haber un término medio.

Lo de volver a parir en casa, como en tiempos de nuestras abuelas, no está exento de riesgos. ¿Por qué no podemos aprovechar los avances médicos (la atención de una matrona; el hospital, con sus quirófanos, sus UVIS neonatales y sus incubadoras por si surgen complicaciones; la epidural, para evitar un sufrimiento que incluso te impide disfrutar de ese momento tan especial…) sin que todo esto suponga que el médico decida sobre la parturienta y anteponga su comodidad (como, por ejemplo, la posición semi tumbada para parir, totalmente antinatural) o sus prioridades a las de la madre y el bebé?

Hace un tiempo leí una noticia en El País sobre el aumento de muerte neonatal en algunos países a raíz de esta moda de parir en casa. Claro que no es lo mismo que yo dé a luz en mi casa sola con una matrona y mi pareja a que lo haga Gisele Bundchen con probablemente un ejército de médicos alrededor y una ambulancia en el portal de su casa. A eso, natural, natural, tampoco se le puede llamar. Ella dirá que no fue así, pero yo no me lo creo. Es fácil ir dando lecciones de sencillez cuando estás forrada. 



Melani Olivares defiende el parto natural en una entrevista en el Magazine de El Mundo del 14 de enero de 2012.

domingo, 15 de enero de 2012

Por qué comienzo este blog


Planeé comenzar este blog durante el embarazo de mi hija, como una ventana desde la que airear mis ilusiones, y también mis miedos, ante la experiencia que se me venía encima. Pero, aunque tuve un embarazo fantástico y sin contratiempos, me venció el estrés del día a día, el trabajo hasta la semana 36, el ritmo frenético de la vida en Madrid que a veces te impide sentarte por un momento y pararte a pensar en lo que estás haciendo y en lo que te apetece realmente hacer… Así que lo dejé correr y pasaron esos nueve meses, y llegó ella a ocupar mi vida y mis pensamientos, y lo llenó todo de tal manera que todo lo demás quedó aparcado.

Así han pasado dos años y medio y me decido hoy, un día gélido de enero, con la gripe a cuestas y la cabeza aletargada por la fiebre y el paracetamol, la niña también resfriada (en esta casa ya no se sabe quién contagia a quién los virus), llorona y pegada a mis faldas, me decido hoy, quién sabe por qué, a empezar este blog tantas veces pensado y postergado, así que no sé qué saldrá de aquí.

Reconozco que me da cierto pudor exponer temas tan personales, pero al mismo tiempo me atrae la oportunidad de compartir experiencias de esta maravillosa y complicada etapa de la maternidad y la crianza de los hijos. Espero que me ayudéis y me guiéis en esta tarea de mamá primeriza y bloguera novata.